IDOYA NOAIN - NUEVA YORK
Cuando empezaron a correr las primeras noticias del último proyecto literario de Joe Gores (Rochester, EEUU, 1931) muchos se echaron a temblar. El escritor se embarcaba, voluntariamente, en la misión de dar un pasado a Sam Spade, a Miles e Iva Archer, a Effie Perine, a Sid Wise y a otros personajes con los que Dashiell Hammett pobló El halcón maltés. Las dudas sobre el empeño se diluyeron con la publicación, hace un año, de Spade & Archer, un libro ante el que se rindieron generalizadamente lectores y crítica en Estados Unidos y que Ediciones B edita ahora en España coincidiendo con el 80° aniversario de la publicación del mítico clásico de Hammett.
Ya en 1999 Gores –que, como Hammett, ejerció de detective privado durante 12 años en San Francisco– escribió a Jo Marshall, única hija viva del escritor, proponiéndole hacer el libro. La respuesta inicial fue una negativa tajante. «No querían que nadie tocara ese legado», explica en entrevista telefónica Gores, que en 1975 publicó Hammett, novela luego adaptada al cine por Wim Wenders, en la que imaginó al escritor volviendo a ejercer como detective.
EL ‘SÍ’ DE LA HIJA
Cinco años después de ese rechazo, sin embargo, cuando Gores coincidió con Jo Marshall en una cita literaria, fue ella quien volvió a poner la propuesta sobre la mesa. Le dijo que no sabía porqué antes le había dicho que no y que le encantaría que hiciera una continuación. «Tuve que explicarle que no podía, que prácticamente todos los personajes acaban muertos en El halcón maltés», recuerda el escritor riendo.
Lo que Gores quería era idear el pasado de Spade, «enseñar cómo se convirtió en quien era, en ese icónico personaje con el que Hammett creó el arquetipo del detective privado en un libro» (y al que hizo imborrable Humphrey Bogart en el filme de John Huston). Esa idea le rondaba tiempo atrás, cuando el profesor Richard Layman, posiblemente el mejor estudioso de Hammett, le definió El halcón maltés como «la primera novela existencialista americana». «Sam Spade tenía que venir de algún sitio, no salió de la cabeza de Zeus, tenía que tener un pasado. Y cuando el profesor me dijo aquello, me di cuenta de que es verdad –cuenta Gores–. No sabemos nada de los personajes, solo lo que dicen cuando los hallamos en la página, y mi idea era intentar descubrir de dónde venían, quiénes eran, cuáles eran sus relaciones antes de El halcón maltés». Gore era consciente de que, buscando dar ese pasado a los personajes, corría el riesgo de «desexistencializarlos». Pero estaba empeñado en buscar respuestas. «Había tenido con ellos la misma sensación que al leer El extranjero, esas ganas de saber. Pensé que el esfuerzo valía la pena».
Los retos eran muchos, pero Gores los enfrentó uno a uno. Alteró su propio estilo literario –«más libre y suelto que el de Hammett»– y emuló el de El halcón maltés, plagando las páginas de diálogos rápidos y ágiles, explayándose en las descripciones, como Hammett. Utilizó toda la investigación que hizo para la novela de 1975, pero contó también con la colaboración de bibliotecarios para que no se le escapara ningún detalle del San Francisco de los años 20.
NOVIA DE SPADE
Hasta viajó a Spokane, en el estado de Washington, donde Hammett contó en una entrevista que vio a una librera en la que basó físicamente el personaje de Iva (que el lector de Spade & Archer pronto descubre que fue novia de Spade hasta que se la «robó» su futuro socio mientras él luchaba en la primera guerra mundial). «No quería usar nada que no estuviera en toda investigación que se ha hecho hasta la fecha sobre Hammett», recalca Gores.
El trabajo dio su fruto, y cuando Gores piensa en la más agradable retribución que le ha dado Spade & Archer, recuerda lo que Jo Marshall dijo al profesor Layman: «A veces olvido que Joe escribió esto y pienso que lo escribió mi padre». Hay piropos, sin duda, hechos del material con el que se construyen los sueños.
Fuente: ElPeriodico.com
Cuando empezaron a correr las primeras noticias del último proyecto literario de Joe Gores (Rochester, EEUU, 1931) muchos se echaron a temblar. El escritor se embarcaba, voluntariamente, en la misión de dar un pasado a Sam Spade, a Miles e Iva Archer, a Effie Perine, a Sid Wise y a otros personajes con los que Dashiell Hammett pobló El halcón maltés. Las dudas sobre el empeño se diluyeron con la publicación, hace un año, de Spade & Archer, un libro ante el que se rindieron generalizadamente lectores y crítica en Estados Unidos y que Ediciones B edita ahora en España coincidiendo con el 80° aniversario de la publicación del mítico clásico de Hammett.
Ya en 1999 Gores –que, como Hammett, ejerció de detective privado durante 12 años en San Francisco– escribió a Jo Marshall, única hija viva del escritor, proponiéndole hacer el libro. La respuesta inicial fue una negativa tajante. «No querían que nadie tocara ese legado», explica en entrevista telefónica Gores, que en 1975 publicó Hammett, novela luego adaptada al cine por Wim Wenders, en la que imaginó al escritor volviendo a ejercer como detective.
EL ‘SÍ’ DE LA HIJA
Cinco años después de ese rechazo, sin embargo, cuando Gores coincidió con Jo Marshall en una cita literaria, fue ella quien volvió a poner la propuesta sobre la mesa. Le dijo que no sabía porqué antes le había dicho que no y que le encantaría que hiciera una continuación. «Tuve que explicarle que no podía, que prácticamente todos los personajes acaban muertos en El halcón maltés», recuerda el escritor riendo.
Lo que Gores quería era idear el pasado de Spade, «enseñar cómo se convirtió en quien era, en ese icónico personaje con el que Hammett creó el arquetipo del detective privado en un libro» (y al que hizo imborrable Humphrey Bogart en el filme de John Huston). Esa idea le rondaba tiempo atrás, cuando el profesor Richard Layman, posiblemente el mejor estudioso de Hammett, le definió El halcón maltés como «la primera novela existencialista americana». «Sam Spade tenía que venir de algún sitio, no salió de la cabeza de Zeus, tenía que tener un pasado. Y cuando el profesor me dijo aquello, me di cuenta de que es verdad –cuenta Gores–. No sabemos nada de los personajes, solo lo que dicen cuando los hallamos en la página, y mi idea era intentar descubrir de dónde venían, quiénes eran, cuáles eran sus relaciones antes de El halcón maltés». Gore era consciente de que, buscando dar ese pasado a los personajes, corría el riesgo de «desexistencializarlos». Pero estaba empeñado en buscar respuestas. «Había tenido con ellos la misma sensación que al leer El extranjero, esas ganas de saber. Pensé que el esfuerzo valía la pena».
Los retos eran muchos, pero Gores los enfrentó uno a uno. Alteró su propio estilo literario –«más libre y suelto que el de Hammett»– y emuló el de El halcón maltés, plagando las páginas de diálogos rápidos y ágiles, explayándose en las descripciones, como Hammett. Utilizó toda la investigación que hizo para la novela de 1975, pero contó también con la colaboración de bibliotecarios para que no se le escapara ningún detalle del San Francisco de los años 20.
NOVIA DE SPADE
Hasta viajó a Spokane, en el estado de Washington, donde Hammett contó en una entrevista que vio a una librera en la que basó físicamente el personaje de Iva (que el lector de Spade & Archer pronto descubre que fue novia de Spade hasta que se la «robó» su futuro socio mientras él luchaba en la primera guerra mundial). «No quería usar nada que no estuviera en toda investigación que se ha hecho hasta la fecha sobre Hammett», recalca Gores.
El trabajo dio su fruto, y cuando Gores piensa en la más agradable retribución que le ha dado Spade & Archer, recuerda lo que Jo Marshall dijo al profesor Layman: «A veces olvido que Joe escribió esto y pienso que lo escribió mi padre». Hay piropos, sin duda, hechos del material con el que se construyen los sueños.
Fuente: ElPeriodico.com
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