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Ciudadanos de Babia

18.7.11

Ordenando palabras - María Moliner

Una nueva e impecable biografía ilumina el oscuro y productivo exilio interior de María Moliner, la mujer que escribió un diccionario

 
La periodista e historiadora Inmaculada de la Fuente narra en 'El exilio interior. La vida de María Moliner' (editorial Turner), la existencia de una mujer con gran ambición intelectual y enorme afán de superación. Escribió ella sola un diccionario de uso, actualizando los términos del de la Real Academia Española. Abordó el trabajo con más de 50 años, cuando sentía «la melancolía de las energías no aprovechadas», según sus propias palabras. En su juventud organizó más de 100 bibliotecas rurales de las Misiones Pedagógicas y asumió importantes responsabilidades durante la Segunda República. Era una organizadora nata. Tras la Guerra Civil fue degradada 18 puestos en el escalafón del cuerpo de archiveros y bibliotecarios y postergada de toda responsabilidad.
Como el trabajo que le habían encomendado -arrinconada en un archivo y sin apenas cometido- no le satisfacía, emprendió una tarea que preveía para 6 meses al principio y, después, para dos años; aunque. siempre le quedaban dos años. Empezó a reescribir el diccionario, abordando no sólo el significado de las palabras sino su uso. Tenía alma de lingüista. Una de las originalidades de su proyecto fue decidir combinar el orden alfabético con el ideológico, agrupando incansablemente familias de palabras en fichas por asociaciones etimológicas, iba tanto de la palabra a la idea como de la idea a la palabra. Se le ha atribuido, entre otros méritos, el acabar con los círculos viciosos que remiten de una palabra a otra; por ejemplo: «Bobo, véase tonto», «Tonto, véase, bobo» con los que al que consulta se le queda cara de ídem.
Finalmente, publicó el Diccionario de Uso del Español después de 15 años de trabajo, en 1966, en la editorial Gredos y desde entonces se ha seguido reeditando.
El 'María Moliner' es una obra imprescindible para traductores (entre ellos es aserto común «lo que diga el María Moliner va a misa»), redactores de medios de comunicación, escritores. 
 
Una proeza
Cuando la autora murió en 1981, Gabriel García Márquez escribió: «Yo me sentí como si hubiera perdido a alguien que sin saberlo había trabajado para mí durante muchos años. María Moliner -para decirlo del modo más corto- hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y -a mi juicio- más de dos veces mejor».
Lo curioso es que esta tarea la realizó, al margen de su trabajo, cuando ya había criado a sus cuatro hijos y el menor había empezado la carrera; en casa, escribiendo en una máquina de escribir portátil y en la mesa del comedor (en la casa había un despacho, pero era del marido). Las innumerables fichas las guardaba en cajas de zapatos.
Antes de escribir este diccionario para escritores que todos conocen por su nombre y apellido, María Moliner tuvo una existencia difícil. Nació en Paniza (Aragón), en 1900. De su infancia conocemos un evanescente pasado escolar, unos estudios por libre a la sombra de su hermano mayor, Enrique, matriculado en la Institución Libre de Enseñanza en Madrid. En su adolescencia, el padre, médico ginecólogo, fue contratado como médico de barco en dos travesías a la Argentina y no volvió. Abandonó a su familia para construirse otra en América, dejando a la de aquí en una situación económica precaria teñida de silencio y conjeturas. Esas circunstancias condicionaron la adolescencia y primera juventud de la futura lexicógrafa desde los 12 años.
Pronto debió empezar a simultanear estudios y trabajo. Mientras estudiaba Filosofía y Letras, especialidad de Historia, en Zaragoza, accedió a sus primeras tareas con fichas para crear un mapa toponímico de Aragón y, después, participó en una inmersión filológica en toda regla al colaborar desde los 16 años en la elaboración de un diccionario de voces aragonesas, lo cual supuso una valiosa iniciación para su trabajo posterior y afianzó su vocación temprana de ordenar palabras. Aunque acuciada por los problemas económicos, se licenció en Historia en Zaragoza con un expediente de lujo lleno de sobresalientes y matrículas. Aprobó con 22 años una oposición al Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios.
En su segundo destino, en la Universidad de Murcia, conoció al que sería su marido, el catedrático de Física Fernando Ramón y Ferrando. El matrimonio Ramón-Moliner se trasladó a Valencia a comienzos de los años 30 y allí les sorprendió la llegada de la Segunda República, una fiesta para ellos. Pero el estallido de la Guerra Civil y pertenecer al bando republicano lo cambió todo cuando esta terminó. Al perder la guerra moría una forma de vivir.
Moliner se refugió en su familia. Fue muy pronto madre; el pequeño de sus hijos explicaba que su madre tuvo cuatro hijos y un diccionario. En 1951, con su marido en Salamanca y sus hijos criados, se le ocurrió realizar un Diccionario de Uso del Español, para el que el 'Learner's Dictionary' le sirvió de guía y modelo inicial. Pero su proyecto se alargó: «La materia fue creciendo y creciendo en mis manos y los dos años se estiraron hasta quince; empecé joven, y con hijos poco más que niños y lo acabé cargada de nietos». El nacimiento del diccionario tuvo que ver con la condena al ostracismo que padeció durante el franquismo. No iba a ser la única injusticia en su vida. 
 
El no de la Academia
En 1972 la de María Moliner fue la primera candidatura de una mujer que se presentó a la Real Academia de la Lengua, la institución más favorecida por la aparición de su obra. Competía con tres varones. El 'María Moliner' había asombrado en los círculos académicos y en la universidad. Se hablaba de las excepcionales dotes intuitivas de su autora y de la obra monumental de una solitaria. Para entonces, ya todos los académicos conocían el diccionario de uso y muchos reconocían su enorme valor; pero no le votaron. Fue superada, con amplitud de votos, por Emilio Alarcos Llorach.
El excepcional trabajo biográfico de De la fuente pone el foco sobre esta mujer tan injustamente tratada y acerca todo el encanto de su callada tarea. 
 
MARÍA BENGOA
FUENTE: SUR.es

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