No cabe en mí tanta pena.
En un cielo gris lloroso,
me doy el lujo de recordarte joven,
lleno de vida y tenaz locura.
Oigo a lo lejos mi nombre escrito
en los labios de una mujer del sur.
Me hace reír y llorar.
La inconexa sensación del amor y la ternura.
Aparto el cuchillo de mi corazón,
dando una oportunidad nueva a la vida.
No quiero más aguardiente de mentiras.
El miedo me enseñó ayer
a reconocer mis huesos
quebrados en su interior, fuertes en su capa de calcio y sal.
Dame tu mano, mujer del sur.
Hoy vivo un luto otoñal por los que se han ido.
Besa mi boca como si fuese la excusa perfecta para ver de nuevo palidecer al sol.
Mis manos gritan mis edades pasadas, en cada una de sus imperfecciones.
Me sostienen el verso, cuidan mis lágrimas
guardándolas en su interior.
Es otoño y mañana florecerá la luz
que tanto tiempo he deseado encontrar.
En un cielo gris lloroso,
me doy el lujo de recordarte joven,
lleno de vida y tenaz locura.
Oigo a lo lejos mi nombre escrito
en los labios de una mujer del sur.
Me hace reír y llorar.
La inconexa sensación del amor y la ternura.
Aparto el cuchillo de mi corazón,
dando una oportunidad nueva a la vida.
No quiero más aguardiente de mentiras.
El miedo me enseñó ayer
a reconocer mis huesos
quebrados en su interior, fuertes en su capa de calcio y sal.
Dame tu mano, mujer del sur.
Hoy vivo un luto otoñal por los que se han ido.
Besa mi boca como si fuese la excusa perfecta para ver de nuevo palidecer al sol.
Mis manos gritan mis edades pasadas, en cada una de sus imperfecciones.
Me sostienen el verso, cuidan mis lágrimas
guardándolas en su interior.
Es otoño y mañana florecerá la luz
que tanto tiempo he deseado encontrar.
Jaime López
13 de octubre de 2010
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