Ajenos a lo que nos rodea sucumbimos ante la distancia.
Perplejos de su existencia y su voraz apetito de recuerdos.
Marcamos la hoja del libro, justo,
dividiendo nuestra distancia
con la frontera irreal del narrador.
Perdemos la mirada con facilidad en la costa,
horizonte callado y fiel a su misterio,
allá, en la distancia.
Nuestra distancia.
El pintor impregna su pincel de colores,
para dibujar paisajes cercanos a su alma,
pero se engaña,
la distancia está ahí,
esperando en el lienzo a ser reconocida.
Las palabras esconden cierta distancia,
pocos saben derribar sus trampas.
Un silencio es una encrucijada de distancias,
en la que debemos escoger cual afrontar.
El tiempo marca distancias:
ayer, ahora, mañana… nunca.
Marcados con ellas en la vida,
nacemos llorando nada más salir al exterior,
nos separan de nuestro primer hogar.
La raíz de la vida.
¿Qué mas distancias nos esperan?
Aprender y tolerar cada una de nuestras distancias.
Extender brazos,
crear mapas con nuestra voz…
todo es fútil. Un engaño.
La distancia entre el verso y tu voz interna,
está ahí.
Escapará y otros la vivirán.
Distancias.
Somos distancias.
Jaime López
06 de noviembre de 2009
1 comentario:
Un poema extraordinario. Enhorabuena.
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