Hay lectores de cuentos y hay lectores de novelas. Por
supuesto que también hay lectores de ambos géneros a la vez, pero -en
general- quienes tienen incorporado el hábito de leer prefieren uno por
sobre otro.
Y es que, aunque se trate siempre de narrativa, la propuesta literaria es distinta. Contra lo que podría decirse desde el sentido común (un cuento es una novela corta), cada género tiene particularidades. En el cuento, todo ocurre con precisión de relojería: ninguna palabra debe sobrar. Por eso decía un maestro del género como Augusto Monterroso: "pocas cosas hay tan fáciles de echar a perder como un cuento, diez líneas de exceso y el cuento se empobrece". Las descripciones son forzosamente breves; los personajes se trazan a partir de pocos rasgos, y las tramas dependen mucho de lo que se deja implícito. Todo para lograr la contundencia que debe caracterizar a un cuento.
En la novela, en cambio, el desarrollo es lo importante: de personajes, de argumentos, de peripecias vitales. La novela puede contener, incluso, cuentos dentro de sí.
El cuento muestra un estado de cosas; la novela, un devenir, una sucesión: la historia de un destino completo, tomando palabras de Macedonio Fernández. Por eso, para Julio Cortázar son textos con objetivos diferentes: "La novela gana siempre por puntos", sostenía, "mientras que el cuento debe ganar por knock-out. Un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases".
Un teórico importante como Boris Eichenbaum (miembro del formalismo ruso, movimiento renovador de la crítica literaria en las primeras décadas del siglo pasado) planteó la diferencia entre ambos en términos de complejidad:
"El cuento recuerda el problema que consiste en plantear una ecuación con una sola incógnita; la novela es un problema complejo que se resuelve mediante un sistema de ecuaciones con muchas incógnitas cuyas construcciones intermediarias son más importantes que la respuesta final. El cuento es un enigma; la novela corresponde a la charada o al jeroglífico".
El gran Jorge Luis Borges no escribió nunca una novela; hay autores que manejan con solvencia un género y otro; y hay quienes rechazan el cuento como forma menor…
Y es que, aunque se trate siempre de narrativa, la propuesta literaria es distinta. Contra lo que podría decirse desde el sentido común (un cuento es una novela corta), cada género tiene particularidades. En el cuento, todo ocurre con precisión de relojería: ninguna palabra debe sobrar. Por eso decía un maestro del género como Augusto Monterroso: "pocas cosas hay tan fáciles de echar a perder como un cuento, diez líneas de exceso y el cuento se empobrece". Las descripciones son forzosamente breves; los personajes se trazan a partir de pocos rasgos, y las tramas dependen mucho de lo que se deja implícito. Todo para lograr la contundencia que debe caracterizar a un cuento.
En la novela, en cambio, el desarrollo es lo importante: de personajes, de argumentos, de peripecias vitales. La novela puede contener, incluso, cuentos dentro de sí.
El cuento muestra un estado de cosas; la novela, un devenir, una sucesión: la historia de un destino completo, tomando palabras de Macedonio Fernández. Por eso, para Julio Cortázar son textos con objetivos diferentes: "La novela gana siempre por puntos", sostenía, "mientras que el cuento debe ganar por knock-out. Un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases".
Un teórico importante como Boris Eichenbaum (miembro del formalismo ruso, movimiento renovador de la crítica literaria en las primeras décadas del siglo pasado) planteó la diferencia entre ambos en términos de complejidad:
"El cuento recuerda el problema que consiste en plantear una ecuación con una sola incógnita; la novela es un problema complejo que se resuelve mediante un sistema de ecuaciones con muchas incógnitas cuyas construcciones intermediarias son más importantes que la respuesta final. El cuento es un enigma; la novela corresponde a la charada o al jeroglífico".
El gran Jorge Luis Borges no escribió nunca una novela; hay autores que manejan con solvencia un género y otro; y hay quienes rechazan el cuento como forma menor…
FUENTE: Libros en Red
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