Se quiebra triste tu rostro al preguntarme, que quiero.
Me guardo en mí silencio,
ocultando mis sentimientos.
No hace falta que me traigas la mañana a mi ventana,
ni que soples una sueva brisa hasta mi cama.
No busques donde ya no hay.
He muerto en este infínito silencio,
que necesito tener sobre tanto que no comprendo.
La aurora se despide de nosotros,
a lo lejos,
con el cantar de un niño que huye de su colegio.
La manzana que mordí te la devuelvo,
con sincero afecto,
pero no me preguntes más que es lo que quiero,
porque ahora, ya estoy muerto.
Jaime López
No hay comentarios:
Publicar un comentario