FLASH DE NOVEDADES:

Citas de Heinrich Heine: "Si quieres viajar hacia las estrellas, no busques compañía" █ "Los sabios emiten ideas nuevas; los necios las expanden". █ "La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca". █ "Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres". █ "Un amigo me preguntaba porqué no construíamos ahora catedrales como las góticas famosas, y le dije: Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión."

Ciudadanos de Babia

13.6.12

Célebres despedidas

Cayo Julio César
Las palabras finales de una persona, las últimas que pronuncia antes de morir, se reciben siempre como la cifra de un destino. Sean profundas o, al menos en apariencia, banales, se las toma como condensación del sentido de una vida o de una personalidad entera.

Retomando una
primera selección de célebres despedidas (como la de Sócrates o la de Dante), aquí agregamos otras:

Una de las más famosas de la historia nos lleva a Roma, en particular a Julio César, quien, desilusionado por encontrar al hijo de quien había sido su amante entre los asesinos que lo abordaron en el Senado, exclamó: "¿Tú también, Bruto?".

En su hora final, en cambio, el más egocéntrico Nerón exclamó al parecer: "¡Qué artista muere conmigo!".

Con delicadeza femenina, Ana Bolena, condenada a ser decapitada por falsos cargos presentados por su marido, el temible rey Enrique VIII, prometió a su verdugo:
"No le dará ningún trabajo: tengo el cuello muy fino".

Las palabras finales de dos importantísimas figuras en la conformación de los modernos países de América Latina (durante el siglo XIX) indican similar tristeza y frustración. Bolívar expresó un lapidario:
"He arado en el mar". Y Manuel Belgrano se lamentó: "¡Ay, Patria mía!".

Al ser encontrado en su refugio donde se mantenía escondido, Ernesto
Che Guevara instruyó al sargento que iba a dispararle: "Póngase sereno y apunte bien: va usted a matar a un hombre" .

Pasando al mundo de la literatura, el crítico literario Marcelino Menéndez Pelayo evaluó:
"¡Qué pena morir, cuando me queda tanto por leer!".

Pragmático, Lewis Carroll ordenó a su enfermera:
"Quíteme esta almohada. Ya no la necesito". François Rabelais también trató de mantener el control: "¡Que baje el telón, la farsa terminó!" .

Para terminar y a diferencia de todos los casos anteriores, el escritor Henry James mostró cierta expectativa; dijo, presumiblemente con algún alivio, "Al fin, esa cosa distinguida".

10.6.12

Revista literaria FULL TÀNIT nº 9

Ya tienes disponible el número 9 de la revista literaria FULL TÀNIT.
Cuarenta páginas a todo color con textos de gran calidad de nuestros colaboradores habituales.

En QUI SOM? QUÉ FEM? QUE VOLEM? Conoceremos a la sin par Ana Cintora.
ELS NOSTRES AUTORS PUBLIQUEN con Xosé Lois García, historiador y poeta.
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FULL TÀNIT ON-LINE:




Ray Bradbury y Francois Truffaut

"Films-libros, libros-films, tal es el engranaje de mi vida…mi amor gemelo por los libros y por los films me ha llevado a rodar Fahrenheit 451, que los engloba a todos." François Truffaut Fue uno de los grandes directores de la Nouvelle Vague el que llevó al cine una de las novelas más impactantes de Ray Bradbury. François Truffaut, quien filmó vehementes dramas y sutiles homenajes al cine -como La noche americana-, eligió Fahrenheit 451 para trasladar a la pantalla su pasión interminable por los libros.

Discípulo del crítico André Bazin, Truffaut, heteróclito y beligerante, atacó el cine romántico de sus padres y reconoció que uno de los engranajes de su vida fue filmar sus libros preferidos. Y es quizás Fahrenheit 451 el núcleo desplazado que condesa la estela imborrable de su pasión como lector.

La película toma el argumento de la novela de Bradbury. Hay algunas escenas, incluso, que son devotas emulaciones cinéfilas. Sin embargo, Truffaut, lúcido admirador de Hitchcock, rodó escenas "visuales". Unos bomberos frustrados y díscolos tienen la rara misión de quemar libros. La novela y la película despliegan, en el futuro, ese mal histórico, las peligrosas operaciones funestas de un régimen totalitario. En la versión del francés los cálidos colores del fuego iluminan no solo el orden infausto de Bradbury sino también el modo truffautiano de narrar.

En una secuencia inolvidable, Clarisse se acerca, en el tren, a conversar con el bombero Montag. Le dice que quiere hablar con él porque son vecinos. Montag, huraño, se resiste. Ella, ingenua y rubia, insiste. El bombero le cuenta que se ocupa de quemar libros. Ella le confiesa que todos temen a los bomberos.

Se bajan del tren. Mientras caminan, Clarisse ve, imprevistamente, el 451. Montag le comenta que ese número indica la temperatura en la que se quema el papel. Clarisse le pregunta por la razón de las ridículas hogueras. Él ensaya una explicación inverosímil. Antes de despedirse, ella le hace la pregunta que desenreda la madeja de su mente. Clarisse quiere saber si Montag es feliz con su trabajo. El bombero le dice que sí, pero nadie, ni siquiera el más cándido espectador, le cree.

Ray Bradbury escribió célebres novelas distópicas, inventó aciagos mundos futuros en los que la tecnología provoca una ardua y fatal deshumanización. Truffaut, lector devoto, supo captar el núcleo de la novela y filmó un fiel y lento canto épico, inolvidable y desgarrador.

© LA GACETA Fabián Soberón - Profesor de Teoría y Estética del Cine en la Escuela Universitaria de Cine.

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